lunes, noviembre 28, 2005

DE LA ASISTENCIA SOCIAL A LA RENTA BASICA

DE LA ASISTENCIA SOCIAL A LA RENTA BÁSICA
(Sopa de tortuga)

De Ramiro Pinto Cañón


Después de 25 años de desarrollo de derechos sociales, da la impresión de que queda mucho por hacer, con todo el esfuerzo que se ha realizado. Parece que es una labor al modo de Penélope, que teje de día y desteje de noche.

La actuación del trabajador social, surge al amparo de una sensibilidad política hacia los problemas sociales y ante un determinado modelo económico que hace posible una política social, todo lo cual se especifica en la segunda parte de los Pactos de la Moncloa (1977) y un años después se plasma en la Constitución.

La economía y los problemas sociales, en este periodo de tiempo, han cambiado drásticamente y ni las políticas económicas ni los servicios sociales se adaptan hoy a la nueva situación. Han sucedido cambios generacionales, de socialización, de empleo, de mentalidad, de equilibrio de población, de consumo, de sostenibilidad y demás.

Parece que ocurre como en la aporía de Aquiles y la tortuga, una cuestión que no tiene salida: Aquiles corre diez veces más que la tortuga. Al recorrer diez metros la tortuga recorre uno. Cuando Aquiles recorre un metro, la tortuga un decímetro. Cuando Aquiles se adelanta un decímetro más la tortuga lo hace un centímetro, Aquiles un centímetro y la tortuga un milímetro y así hasta el infinito, de manera que Aquiles nunca podrá coger a la tortuga. Algo que ocurre hoy con los servicios sociales, que avanzan y quieren avanzar más, pero no llegan a solucionar el problema. La solución a este enredo es analizar la realidad. Pues en lo real Aquiles cogería a la tortuga.

La asistencia social ha pasado de ser un medio para ayudar a las personas con dificultades, a ser un fin, de ayudas por un lado y de propaganda institucional por otro. Es la eterna canción de hacer que se hace algo y finalmente no conseguir sus objetivos, realmente. El trabajador social se convierte en inspector de la pobreza y las instituciones responsables en las encargadas de definir quien necesita ayuda y quien no, bajo el pretexto de la prioridad de recursos.

La primera quiebra de este modelo es que hay que ser pobre para acceder a las ayudas sociales. No hay una forma de prevención. Se anula actuar para que los sujetos sociales no lleguen a ser pobres. Y este modelo desembocó en lo que se ha llamado “la trampa de la pobreza”, por la que compensa más ser pobre con ayuda que trabajador en precario. Algo que se está resolviendo en comunidades como Euskadi, Catalunya, Asturias, País Valenciano, con la renta garantizada (mal llamada en algunos lugares renta básica) En estas comunidades se mantiene dicha renta mientras que no se llegue al cómputo anual del salario mínimo a través del empleo, por temporalidad o precariedad, incluso un tope superior si de la ayuda depende una familia con más de cuatro miembros. Pero incluso esto hoy ya es insuficiente insuficiente, si bien necesario. Aquiles avanza, pero no coge a la tortuga.

En ocasiones se condiciona cualquier ayuda económica a realizar trabajos públicos o cursos obligatoriamente, perdiendo su sentido los programas de academias que recogen las subvenciones para tales cursillos de formación, o se obliga a coger empleos de manera temporal en los que se paga la diferencia hasta el salario mínimo desde instancias municipales, de manera que se plantea la ayuda como un chantaje. Supone un ahorro en el gasto laboral y devalúa poco a poco el empleo, de manera que se crea empleo, para resolver estadísticas de propaganda y se incrementa notablemente la precariedad y la temporalidad. Modelo económico y modelo asistencial son dos caras de la misma moneda.

La asistencia social ha cubierto una etapa, desde un punto de vista de financiar la pobreza obligada. La dignificación del trabajo social pasa por cumplir con su función de socialización, de ayudar en la relación del sujeto con la sociedad y viceversa. Falta su labor en colegios, institutos, en barrios, en lugares de trabajo porque ocupan su tiempo en hacer de censores de las limosnas del reino. Y al final es un agujero sin fondo. Por otra parte atiende situaciones de abandono y desamparo que la misma dinámica económica provoca, con desplazamientos de familias que no pueden atender a sus mayores, incluso tampoco a los menores, también por falta de tiempo y medios económicos. Y la sociedad lo atiende, como urgencia, pero cada vez hace falta más y más.

Proponemos desde un planteamiento realista, para que Aquiles pueda coger la tortuga, establecer la Renta Básica, como derecho ciudadano. Consiste en dar una cantidad mensual a cada individuo, medido sobre el umbral de la pobreza. Como media de 421 euros / mes. Incondicional y para todas las personas, trabajen o no. No es a cambio hacer trabajos o cursos obligatorios (que, por cierto suelen ser un engaño y muchas veces, desde los mismos sindicatos y organizaciones empresariales se usan para apropiarse de los fondos europeos para este fin) Se propone como un derecho, no como una asistencia, pues la necesidad de asistencialismo económico quedaría resuelta. Derecho que económicamente es posible y es necesario, pues supone una adaptación a la nueva economía caracterizada por la globalización, la expansión e influencia de la economía financiera y el desarrollo de las tecnologías aplicadas a todo el modelo productivo , familiar y de consumo.

La Renta Básica implica una reestructuración del modelo económico y social. Pensemos que de poco hubieran servido los antibióticos de no haberse universalizado la higiene en las ciudades, poner grifos en las casas, alcantarillado, barrer las calles. Lo cual supuso una reestructuración del modelo de ciudad. Parece obvio, pues lo mismo ocurre hoy, cuando es necesario aplicar la misma obviedad en el ámbito económico y social. Es un paso más que consolida la sanidad pública universal, la educación obligatoria, el modelo de infraestructuras para todas las poblaciones por alejadas que estén. De no hacerse, la riqueza que genera nuestra sociedad se despilfarra y vacía inútil y perjudicialmente incrementando la agresividad y la violencia, el sufrimiento y las enfermedades psicológicas y para la conservación de nuestro entorno.

Con un derecho base igualitario, como es la Renta Básica, se supera la exclusión por motivos económicos. No se solucionará totalmente, pues hay otros fundamentos que lo provocan, pero sí el principal motivo. Se incrementa la conciencia ciudadana, al tener cubierta la base de una existencia digna. Lo cual va a permitir desarrollar trabajos y acciones de repercusión social acorde a los intereses de las personas y en referencia a la población en general.

Hoy el empleo es un fin, y hace que no se cumpla con el cacareado desarrollo sostenible, pues hay que mantener muchos puestos de trabajo inútiles y que perjudican gravemente la salud y la supervivencia de nuestro entorno. Para lo cual la ley medioambiental, la de riesgos laborales y otras sirven para muy poco. Además el modelo asistencial de la pobreza y del trabajo, llega a una saturación que hoy mismo es foco de conflictos irresolubles: minería, transportistas, pesca, agricultura, además de ajustes por despidos masivos en las grandes empresas. A lo más que se llega es a su aplazamiento.

La Renta Básica permite un nuevo desarrollo que resuelve toda la burocracia asistencial. Entonces el trabajo social podrá avanzar. Véase lo que explica Erich Fromm, en su obra La sociedad sana, sobre el salario asegurado, de manera que se supere el carácter neurótico hacia el trabajo y logra que tenga sentido para resolver necesidades reales, en lugar de crearlas para que funcione la rueda del consumo, sobre la interminable relación de más demanda más empleo. Hoy la distribución de la riqueza no sucede mediante el empleo, por lo que la asistencia social, deja de ser una ayuda transitoria y se hace estructural e ineficaz. Aunque se quiera reducir a un problema de cifras y gráficas estadísticas, en las que se demuestra fehacientemente que Aquiles avanza.

Se piensa que con una Renta Básica en la mano nadie trabajaría, cuando la mayoría que gana actualmente hasta tres veces más de la Renta Básica y más, hace horas extras para consumir más. Valores como la convivencia, la solidaridad, se podrán desarrollar, así como la salud laboral, minimizar las prisas y todo lo que conlleva. Lo cual podrá valorarse en términos económicos, mientras que en la actualidad como no cuenta a la hora de medir el PIB, desaparece de los parámetros socioeconómicos. Hacer un huevo frito en un restaurante o cuidar de un anciano en una residencia colabora en el crecimiento económico y ayuda a disminuir las cifras del paro. Hacerlo en el seno del hogar no. Viajar en coche o quemar un bosque activa la economía. Ir andando, cuidar el entorno rural al vivir en él no. El desamparo permite crear cientos de puestos de trabajadores sociales, la Renta Básica no.

El trabajo es necesario y también que el empleo sea gratificante. Nadie va a dejar de trabajar con 421 euros mensuales para alimentarse, pagar un alquiler, vestirse, cubrir los gastos mínimos y a la vez, como se piensa al oír hablar de la renta básica, ir a hoteles de lujo, a playas del Caribe a tocar la guitarra y cabalgar sobre las olas bajo el sol. Este imaginario del vago de lujo por tener una renta básica es una proyección irreal que propicia la actual sociedad, incapaz de reflexionar sobre sí misma y se deforma la realidad misma, pues apurados en resolver las apariencias de manera inmediata, sucede como dice Mafalda: “lo urgente nos impide ocuparnos de lo importante”.

París empezó a rebelarse ante la exclusión. Otra vez es el foco de una llamada al cambio que trasformará el mundo, como lo fue la Revolución contra el absolutismo, el Mayo del 68, pero hacen falta medios concretos, conciencia de este cambio de paradigma que necesariamente hay que afrontar, sin esperar a que se haga con los restos de un naufragio social. Podemos extender las soluciones o el fuego. Podemos adelantarnos, para construir el modelo de economía social de mercado que se escribe con letras de oro, pero que se disfraza a la hora de su aplicación, pues lo social y la economía no pueden separarse. Pero cuando se hacen cómplices por caminos diferentes y todo queda en la retórica, se construye un espejismo que siempre se acaba rompiendo. Aquiles corre y es aplaudido por su velocidad, pero nunca cogerá a la tortuga. A no ser que pase de la medida numérica, a la realidad. En nuestro caso de la asistencia social a la Renta Básica.
Gracias.
Después de 25 años de desarrollo de derechos sociales, da la impresión de que queda mucho por hacer, con todo el esfuerzo que se ha realizado. Parece que es una labor al modo de Penélope, que teje de día y desteje de noche.

La actuación del trabajador social, surge al amparo de una sensibilidad política hacia los problemas sociales y ante un determinado modelo económico que hace posible una política social, todo lo cual se especifica en la segunda parte de los Pactos de la Moncloa (1977) y un años después se plasma en la Constitución.

La economía y los problemas sociales, en este periodo de tiempo, han cambiado drásticamente y ni las políticas económicas ni los servicios sociales se adaptan hoy a la nueva situación. Han sucedido cambios generacionales, de socialización, de empleo, de mentalidad, de equilibrio de población, de consumo, de sostenibilidad y demás.

Parece que ocurre como en la aporía de Aquiles y la tortuga, una cuestión que no tiene salida: Aquiles corre diez veces más que la tortuga. Al recorrer diez metros la tortuga recorre uno. Cuando Aquiles recorre un metro, la tortuga un decímetro. Cuando Aquiles se adelanta un decímetro más la tortuga lo hace un centímetro, Aquiles un centímetro y la tortuga un milímetro y así hasta el infinito, de manera que Aquiles nunca podrá coger a la tortuga. Algo que ocurre hoy con los servicios sociales, que avanzan y quieren avanzar más, pero no llegan a solucionar el problema. La solución a este enredo es analizar la realidad. Pues en lo real Aquiles cogería a la tortuga.

La asistencia social ha pasado de ser un medio para ayudar a las personas con dificultades, a ser un fin, de ayudas por un lado y de propaganda institucional por otro. Es la eterna canción de hacer que se hace algo y finalmente no conseguir sus objetivos, realmente. El trabajador social se convierte en inspector de la pobreza y las instituciones responsables en las encargadas de definir quien necesita ayuda y quien no, bajo el pretexto de la prioridad de recursos.

La primera quiebra de este modelo es que hay que ser pobre para acceder a las ayudas sociales. No hay una forma de prevención. Se anula actuar para que los sujetos sociales no lleguen a ser pobres. Y este modelo desembocó en lo que se ha llamado “la trampa de la pobreza”, por la que compensa más ser pobre con ayuda que trabajador en precario. Algo que se está resolviendo en comunidades como Euskadi, Catalunya, Asturias, País Valenciano, con la renta garantizada (mal llamada en algunos lugares renta básica) En estas comunidades se mantiene dicha renta mientras que no se llegue al cómputo anual del salario mínimo a través del empleo, por temporalidad o precariedad, incluso un tope superior si de la ayuda depende una familia con más de cuatro miembros. Pero incluso esto hoy ya es insuficiente insuficiente, si bien necesario. Aquiles avanza, pero no coge a la tortuga.

En ocasiones se condiciona cualquier ayuda económica a realizar trabajos públicos o cursos obligatoriamente, perdiendo su sentido los programas de academias que recogen las subvenciones para tales cursillos de formación, o se obliga a coger empleos de manera temporal en los que se paga la diferencia hasta el salario mínimo desde instancias municipales, de manera que se plantea la ayuda como un chantaje. Supone un ahorro en el gasto laboral y devalúa poco a poco el empleo, de manera que se crea empleo, para resolver estadísticas de propaganda y se incrementa notablemente la precariedad y la temporalidad. Modelo económico y modelo asistencial son dos caras de la misma moneda.

La asistencia social ha cubierto una etapa, desde un punto de vista de financiar la pobreza obligada. La dignificación del trabajo social pasa por cumplir con su función de socialización, de ayudar en la relación del sujeto con la sociedad y viceversa. Falta su labor en colegios, institutos, en barrios, en lugares de trabajo porque ocupan su tiempo en hacer de censores de las limosnas del reino. Y al final es un agujero sin fondo. Por otra parte atiende situaciones de abandono y desamparo que la misma dinámica económica provoca, con desplazamientos de familias que no pueden atender a sus mayores, incluso tampoco a los menores, también por falta de tiempo y medios económicos. Y la sociedad lo atiende, como urgencia, pero cada vez hace falta más y más.

Proponemos desde un planteamiento realista, para que Aquiles pueda coger la tortuga, establecer la Renta Básica, como derecho ciudadano. Consiste en dar una cantidad mensual a cada individuo, medido sobre el umbral de la pobreza. Como media de 421 euros / mes. Incondicional y para todas las personas, trabajen o no. No es a cambio hacer trabajos o cursos obligatorios (que, por cierto suelen ser un engaño y muchas veces, desde los mismos sindicatos y organizaciones empresariales se usan para apropiarse de los fondos europeos para este fin) Se propone como un derecho, no como una asistencia, pues la necesidad de asistencialismo económico quedaría resuelta. Derecho que económicamente es posible y es necesario, pues supone una adaptación a la nueva economía caracterizada por la globalización, la expansión e influencia de la economía financiera y el desarrollo de las tecnologías aplicadas a todo el modelo productivo , familiar y de consumo.

La Renta Básica implica una reestructuración del modelo económico y social. Pensemos que de poco hubieran servido los antibióticos de no haberse universalizado la higiene en las ciudades, poner grifos en las casas, alcantarillado, barrer las calles. Lo cual supuso una reestructuración del modelo de ciudad. Parece obvio, pues lo mismo ocurre hoy, cuando es necesario aplicar la misma obviedad en el ámbito económico y social. Es un paso más que consolida la sanidad pública universal, la educación obligatoria, el modelo de infraestructuras para todas las poblaciones por alejadas que estén. De no hacerse, la riqueza que genera nuestra sociedad se despilfarra y vacía inútil y perjudicialmente incrementando la agresividad y la violencia, el sufrimiento y las enfermedades psicológicas y para la conservación de nuestro entorno.

Con un derecho base igualitario, como es la Renta Básica, se supera la exclusión por motivos económicos. No se solucionará totalmente, pues hay otros fundamentos que lo provocan, pero sí el principal motivo. Se incrementa la conciencia ciudadana, al tener cubierta la base de una existencia digna. Lo cual va a permitir desarrollar trabajos y acciones de repercusión social acorde a los intereses de las personas y en referencia a la población en general.

Hoy el empleo es un fin, y hace que no se cumpla con el cacareado desarrollo sostenible, pues hay que mantener muchos puestos de trabajo inútiles y que perjudican gravemente la salud y la supervivencia de nuestro entorno. Para lo cual la ley medioambiental, la de riesgos laborales y otras sirven para muy poco. Además el modelo asistencial de la pobreza y del trabajo, llega a una saturación que hoy mismo es foco de conflictos irresolubles: minería, transportistas, pesca, agricultura, además de ajustes por despidos masivos en las grandes empresas. A lo más que se llega es a su aplazamiento.

La Renta Básica permite un nuevo desarrollo que resuelve toda la burocracia asistencial. Entonces el trabajo social podrá avanzar. Véase lo que explica Erich Fromm, en su obra La sociedad sana, sobre el salario asegurado, de manera que se supere el carácter neurótico hacia el trabajo y logra que tenga sentido para resolver necesidades reales, en lugar de crearlas para que funcione la rueda del consumo, sobre la interminable relación de más demanda más empleo. Hoy la distribución de la riqueza no sucede mediante el empleo, por lo que la asistencia social, deja de ser una ayuda transitoria y se hace estructural e ineficaz. Aunque se quiera reducir a un problema de cifras y gráficas estadísticas, en las que se demuestra fehacientemente que Aquiles avanza.

Se piensa que con una Renta Básica en la mano nadie trabajaría, cuando la mayoría que gana actualmente hasta tres veces más de la Renta Básica y más, hace horas extras para consumir más. Valores como la convivencia, la solidaridad, se podrán desarrollar, así como la salud laboral, minimizar las prisas y todo lo que conlleva. Lo cual podrá valorarse en términos económicos, mientras que en la actualidad como no cuenta a la hora de medir el PIB, desaparece de los parámetros socioeconómicos. Hacer un huevo frito en un restaurante o cuidar de un anciano en una residencia colabora en el crecimiento económico y ayuda a disminuir las cifras del paro. Hacerlo en el seno del hogar no. Viajar en coche o quemar un bosque activa la economía. Ir andando, cuidar el entorno rural al vivir en él no. El desamparo permite crear cientos de puestos de trabajadores sociales, la Renta Básica no.

El trabajo es necesario y también que el empleo sea gratificante. Nadie va a dejar de trabajar con 421 euros mensuales para alimentarse, pagar un alquiler, vestirse, cubrir los gastos mínimos y a la vez, como se piensa al oír hablar de la renta básica, ir a hoteles de lujo, a playas del Caribe a tocar la guitarra y cabalgar sobre las olas bajo el sol. Este imaginario del vago de lujo por tener una renta básica es una proyección irreal que propicia la actual sociedad, incapaz de reflexionar sobre sí misma y se deforma la realidad misma, pues apurados en resolver las apariencias de manera inmediata, sucede como dice Mafalda: “lo urgente nos impide ocuparnos de lo importante”.

París empezó a rebelarse ante la exclusión. Otra vez es el foco de una llamada al cambio que trasformará el mundo, como lo fue la Revolución contra el absolutismo, el Mayo del 68, pero hacen falta medios concretos, conciencia de este cambio de paradigma que necesariamente hay que afrontar, sin esperar a que se haga con los restos de un naufragio social. Podemos extender las soluciones o el fuego. Podemos adelantarnos, para construir el modelo de economía social de mercado que se escribe con letras de oro, pero que se disfraza a la hora de su aplicación, pues lo social y la economía no pueden separarse. Pero cuando se hacen cómplices por caminos diferentes y todo queda en la retórica, se construye un espejismo que siempre se acaba rompiendo. Aquiles corre y es aplaudido por su velocidad, pero nunca cogerá a la tortuga. A no ser que pase de la medida numérica, a la realidad. En nuestro caso de la asistencia social a la Renta Básica.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Acabo de leer la interesante colaboración de Ramiro Pinto. Desde luego, ya está bien de que, en materia de servicios sociales, ocurra como en la famosa aporía griega de Aquiles y la tortuga. Pasa como cuando los delincuentes siempre caminan un paso por delante de la policía...¡y eso que la "policía no es tonta"! ¿Y nuestros políticos? ¡A ponerse las botas!; pero pensar, lo que es pensar...¡que piense Rita! Yo, que soy de León, tiemblo por lo de la remolacha y por lo del carbón, y por lo que vendrá... A ver de qué vamos a vivir, si hasta nos multan por producir, y trabajo no nos dan... ¿Negras tormentas agitan los aires, nubes oscuras nos impiden ver...? Creo que eso de la renta básica nos vendría como anillo al dedo, "pintiparado", que diría Sancho Panza... a ver si a nuestro campeón ZP, "Zorro Político" donde los haya, le da por estudiar esto de la Renta Básica. Parece que no encuentra tiempo para estudiar esta "alianza de supervivencia", tan enfrascado que anda con la de "civilizaciones". ¡Salud y Renta Básica!